La imagen es simple. El video es un mensaje del ídolo a sus fans. Les cuenta algo que seguramente ellos entienden porque no es tan fácil traducirlo para aquellos que están acostumbrados.
El cantante está sentado en el piso del baño. El inodoro es el personaje principal de la escena. Al lado del escatológico instrumento una silla se ha convertido en mesa. Sostiene dos vasos y una botella. El cantante balbucea con la colilla del cigarrillo adherida a un extremo de su boca. Mientras habla se prepara un trago. Encuentra la mejor combinación: una bebida alcohólica con agua del inodoro. Brinda y la toma.
Para muchos debe ser difícil comprender ese mensaje.
Ese fue uno de los videos que Pity Alvarez grabó alguna vez. A los tucumanos les envió otro para decirles que en una hora y media llegaría al estadio para dar un recital que nunca iba a poder dar y que nunca ningún espectador podía tener paciencia para esperarlo.
Y todo terminó mal. El fuego destruyó hasta los ánimos.
El artista
Los artistas tienen un don especial. Nos hablan al alma. Cuando ellos dicen una frase se nos eriza la piel. Se nos cae una lágrima aun cuando no queremos. A los artistas los queremos porque sí. Ellos pueden más que cualquiera otro.
Por eso los artistas tienen más obligaciones que el ciudadano común. Ellos cargan con una responsabilidad más. Son especiales. Los imitamos. Sus mensajes cargan munición gruesa. Sus palabras dicen mucho más de lo que expresan y no todos pueden leerlas o entenderlas.
¿Pity Alvarez es un artista? Las páginas de este diario no alcanzarían para desarrollar la discusión que seguramente abrirá esta pregunta. Más allá de lo que salga de ese debate, hay miles de fans que lo quieren a Pity Alvarez, que lo idolatran y que saltan, vibran, cantan y disfrutan con las Viejas Locas. Hay jóvenes que recorrieron kilómetros para sentir, bailar y disfrutar.
¿A ellos les hablaba Pity cuando se preparaba un trago con agua del inodoro? ¿Cuál es el límite que debe aceptar el fanático?
El negocio
El recital de Pity era un negocio de varios millones de pesos. Lo importante era eso: la plata. El fuego se llevó todo porque no estaban dadas las condiciones para hacer negocios. Ni el artista ni los organizadores pudieron imaginar que había algo más importante que el dinero y se llevaron todo por delante hasta quedar quemados.
El otro
Hace un mes hasta un recital de Cirque de Soleil llegó una parejita de tucumanos. Pícaros, los dos habían leído que no podían entrar con bebés. Sin embargo, fueron igual. Cuando llegaron les recordaron la advertencia que ellos habían burlado. No obstante, la coordinadora salió en su búsqueda en pos de una solución: “entre uno primero y el otro se queda con el bebé. Luego cambian, entra el otro a ver el espectáculo y el que ya vio la mitad se queda con el niño ”. Para hacer todo eso tuvo que realizar cambios de ubicación. Como iban a entrar y salir en medio del espectáculo les dio mejores ubicaciones que las que la parejita había sacado para que estuvieran cerca de las puertas de ingreso y no molestara a los otros espectadores. Finalmente vieron el espectáculo. Cuando regresaron al hotel les llegó una notificación avisándoles que le devolvían el valor de una entrada porque sólo habían utilizado una.
Salvo la parejita todos se preocuparon por el otro: por el bebé, por el papá y la mamá y por los espectadores que podían ser molestados con tanto cambio.
Este sábado el artista ni siquiera pudo pensar en él, los organizadores andan viendo cómo se evitan salir más chamuscados y los espectadores quemaron todo. Ayer, los concejales andaban preocupados por sus trompadas y no les importó abocarse a estos problemas. Los legisladores vivieron algo parecido ya que sesionaron por un tema en el que eran protagonistas principales. Para los representantes del pueblo es muy difícil abordar temas rociados por la droga, el alcohol o cuando el arte se aferra al inodoro.